martes, 29 de mayo de 2012

CURANDERO EN GUATEMALA




Rodeado de altas cumbres volcánicas de más de 3.000 metros, el lago Atitlán conforma uno de los parajes naturales más bellos de Guatemala. Muy cerca del lugar donde tomé la fotografía del lago, ocurría una escena que me conmovió, hasta el punto de que me arrepiento de no haber intercedido en los hechos, tengo la costumbre de hacerlo, aunque casi siempre me he buscado muchos problemas por ello. En ésta ocasión no lo hice y, como siempre que no lo hago, me arrepiento para el resto. Quería fotografiar una ceremonia celebrada por uno de los muchos curanderos que se aprovechan de la incultura y desesperación de las personas más desfavorecidas. Cuando entré en la sala, el "brujo" comenzaba los preparativos para el ritual. Un fuerte olor a incienso se expandía por la habitación, vastos cortinones impedían la entrada de luz creando un caldo de cultivo idóneo para infundir miedo, uno de los elementos fundamentales que siempre han usado los maestros de ceremonias para tener bien embridado al "populacho".  Un canturreo monótono acrecentaba la sensación de magia y esoterismo que flotaba en el ambiente, el calor de la mañana ya agobiaba y convertía en asfixiante la estancia. El macabro atrezzo se aderezaba con un Cristo yacente y otras representaciones teatrales desconocidas para mí. De repente, una puerta se abrio y entró una muy joven mádre que llevaba en sus brazos a un bebe de apenas tres meses, me invadió una sensación de preocupación, apenas se podía respirar en la sala y, para un bebé con problemas, solo eso seguro que ya no le beneficiaba en absoluto. La niña sostenía al bebe como una madre apasionada que era, preocupada y sin saber bien que debía hacer, le exponía a la humarera del inciensario que giraba el impostor verborreando "cantos mágicos". No me quedé a presenciar más, salí de la estancia jurando en contra de los falsos profetas, contra los que manipulan a los más débiles, contra los que roban a los pobres, contra los que usan creencias y religiones para estafar, para medrar como alimañas amparados en nombre de un ser todopoderoso, contra los que dicen creer par encontrar un hueco en el mundo, contra los que...
Salí de allí y no volví a mirar hacia atrás.  Me culpo por no haberme quedado esperando y no haber convencido a esa joven para que llevara a su bebé al médico, solo espero que se haya repuesto y la vida le haya dado una oportunidad.

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